Harvard busca periodistas innovadores

noviembre 18, 2014

nieman school

Hasta el primero de diciembre hay tiempo para postularse a la “Nieman-Berkman Fellowships in Journalism Innovation” que entrega la Nieman Foundation que depende del laboratorio de periodismo de la Universidad de Harvard (Massachusetts, USA).

Los candidatos elegidos recibirán la posibilidad de estudiar un tema de su predilección en este prestigioso espacio académico durante un año, con una asignación anual de u$s65 mil en total.

¿El reto? Presentar una idea innovadora para el periodismo actual. Si, la excusa de que todo esta inventado no sirve en este caso.

Otro dato más: no es necesario ser periodista, tener titulo de periodista o ejercer de periodista para postularse. Si hace falta tener una idea original, algo que quizás sea más difícil que oficiar de “reportero”, profesión que reduce cualquier hecho a 5 “W”.

Esta autora que retoma después de tanto tiempo su mentado blog de comunicación, no cuenta con una idea innovadora, pero si con un consejo para quienes la tengan: no la escondan.

Sucede que hace poco, en una entrevista con cuatro emprendedores que lanzaron este año un portal en la Argentina, me contaron nuevas ideas que tenían para su flamante compañía online.

Mi primera reacción fue recomendar dejar eso fuera de la nota “a ver si se las robaban” (en realidad tiendo a dejar las promesas e iniciativas no cumplidas fuera de mis artículos, porque en mas casos que pocos, terminan en la nada), pero esto generó una inmediata respuesta al unísono de los cuatro empresarios: “Todas las personas con las que hablamos del entorno entrepreneur nos dicen que la idea es lo de menos, lo importante es la implementación y quien lo hace mejor”.

Con lo poco fanática que soy de los emprendedores, reconozco cierta sabiduría en esta lógica. En ese “entorno” las ideas se comparten, porque así se pulen, se critican, se consideran y eventualmente, se concretan.

¿Puede el periodismo hacer lo mismo? Si alguno piensa que si, cuéntenselo a Harvard. Si se ganan una estadía en ese lindo campus, me escriben y me cuentan.

Mas info: Fundación Nieman


Otra mortal de pelos

noviembre 26, 2013

Hace un par de años escribí una reseña de una película que me obsesionó por un breve tiempo. Se trata de Ekusute, largometraje de terror japonés en el que, en un argumento brillante a mi entender, el malo de la película, el monstruo innombrable, el sujeto temido de otro mundo no es otra cosa que un manojo de extensiones de cabello.

Fantástico, pensé en ese momento. Los japoneses son bárbaros y cuando parece que está todo inventado, se les ocurre una película con extensiones asesinas.

Imaginen mi sorpresa al encontrar un corto, ahora tailandés, con similar argumento. Se trata de 3AM, un film lanzado en 2012 con tres historias en las que el horror sobrenatural se desata a esa hora, “cuando los fantasmas tienen más poder”.

Aquí también ocurre, con menos brillantez, el robo de su cabello a un cadáver brutalmente asesinado. Así, una maldición desembarca otra vez en una pequeña peluquería. Concluyo que los orientales no estaban tan obsesionados con sus ojos como demostraban en el animé y algunas películas como “El grito”, sino que pusieron el foco en el cabello. No es para culparlos, el pelo de las orientales suele ser infaliblemente lacio, sedoso, permeable a cualquier cambio o peinado que estas decidan lucir.

Otra obsesión en esta y otras pelis del rubro es la necrofilia. Con lo exitosos y naturales que pueden resultar esos pagos para crear leyendas y mitos milenarios donde apoyar creíblemente un contrato de lectura con el espectador, igual prefieren estos autores ir de lleno al morbo cadavérico. Una morgue en cada estreno.

En fin, en 3AM recaen también en algunos vicios de las pelis yanquis: el grupito de chicos cool carilindos que inevitablemente deben morir de formas horribles para que la historia avance, rivalidad entre hermanos, padres ausentes, overkill (gente que sigue pataleando y gritando después de recibir varios balazos o puñaladas), etc. Lo que van ganando en experiencia y calidad me parece que se pierde en originalidad.

Dicho esto, qué queda por decir del terror argentino…. nada, brilla por su ausencia y no pasa de ataques zombi a los supermercados en protesta por la inflación. La semana pasada incluso le pregunté al encargado de una conocida librería si podía recomendarme un libro de terror que no fuera de Stephen King y no supo qué responderme. “Hay que escribirlo”, le dije.

Los japoneses, chinos, tailandeses, coreanos se enamoraron del género “terror teen” y le sumaron el estilo en el que si son expertos indiscutidos: la tortura. Abundan muertes violentas pero atípicas, originales, a las que se agregan asesinos sádicos con mil trucos para llegar al mismo objetivo, pero tomándose su tiempo. Otra que gangsters y mafiosos. Creo que hasta “Harry el Sucio” frunciría.

Aunque también en estas películas hay dos contrapuntos con lo anterior, y una gran diferencia respecto del cine al que estamos acostumbrados: lo sagrado de la familia –en especial el respeto a los mayores- y lo valioso del amor, en un formato ni zarpado ni meloso. Casi como un descubrimiento.

En Youtube se encuentran uno tras otro estos éxitos completos, con subtítulos en inglés. Si quieren empezar por algún lado les recomiendo un par de títulos que vi en estos días y que respetan el patrón: puros secretos familiares y maldiciones ancestrales, como debe ser para no caer en la simplista explicación psicológica de la escuela de ficción occidental. En esta selección no hay tortura y si, son todas de teens. Para morirse de miedo y de risa nada más.

“Ghost child” – Una adolescente comienza a experimentar sucesos sobrenaturales tras la muerte de su madre y después de conocer a la nueva (y joven) novia de papá, que viene además con “sorpresita”.

“La maldición de los abandonados” – Un grupo de universitarios se propone conocer una vieja mansión con un embrujo de amor, que es mencionada en un popular “best seller”. El escritor, responsable por revelar este secreto al mundo, emprende la tarea de rescatarlos. Pero la fallecida “dueña de casa” se empeña en castigar a quienes no superan la prueba de amor, a quienes engañan o lo dan por sentado. Una ídola.

“Alguien detrás de ti” Una exitosa joven presencia como sus familiares y amigos intentan uno a uno asesinarla y se apoya en un compañero de estudios, acusado de haber matado a su padre, quien también parece ser víctima de una maldición (un poquito demasiado, ¿no?). Acá hay mucha -pero mucha, muchísima- sangre, con trocitos de cosas flotando, mensajes premonitorios a través de sueños, secretos familiares, todo el combo y envidia de la buena fortuna fraternal, algo que en las culturas exitistas puede llegar a ser motivo de muerte.

Mas info:
Audition: el peligro eterno de la mosquita muerta
Malditas extensiones japonesas


Reencuentro en el kiosko

agosto 12, 2013

Imagen

Deben haber pasado casi unos dos años de aquel café en el que un ex editor me dijo que se iba de la revista en la cual yo había publicado –para no decir “algunas notas”, lo que seria decir demasiado- unos extractos sobre lujo, moda, y turismo, todo combinado en poco más de mil caracteres (si, no exagero)

Por esas vueltas que da la vida, había arreglado que algunos post de mi blog de moda, fueran publicados con el correspondiente crédito en una revista de turismo, dedicada a un público bastante selectivo y con muy linda calidad de imagen y diseño. También tuve la chance ahí de asistir un poquitito en lo que fue mi primera producción de moda internacional, ya que se realizó en Chile.

A él no le gustaban para nada estos arreglos. A mi tampoco me gustan, pero en este caso prácticamente no me insumía nada, me sumó un par de puntos al CV y algunos lectores a AmolaModa. Pero claro, los periodistas nos manejamos con otros criterios que en esta industria muchos dueños y emprendedores consideran hasta mala palabra. Y “trabajo ad honorem”, “canje”, son palabras que les suenan bárbaro.

Este editor se iba, según me contó, a empezar un proyecto en el que esas cosas no iban a pasar. Las colaboraciones se pagarían, las notas serían notas y no “extractos”, y los periodistas laburarían de lo que son, de periodistas, nada menos. Tenía también otro anhelo, si mal no recuerdo: que los chicos que empezaran su carrera y quisieran verdaderamente especializarse en turismo tuvieran un lugar para escribir seriamente de este tema.

La idea era además traer, luego de tener algunos títulos propios, revistas extranjeras de muy buen nivel, que no hubieran llegado al país. Un proyecto bastante ambicioso del cual, admito, descreí un poco. Sin embargo, no dejé de enviarle una lista de títulos que encajaban con el perfil que esta nueva empresa estaría buscando.

“Quedemos en contacto” fue el cierre de ese café, que como tantos otros deriva en el olvido. Yo acepté ese laburo de “periodismo full life con firmado” del cual les hablé alguna vez. A él no lo vi mas, y al desvincularse de esa revista de turismo, tampoco me quedó forma de contactarlo, aunque guardo con cariño esas revistas tan bonitas, con paisajes que nunca voy a conocer y extractos de una moda que esta en destinos ajenos.

Si me acordé de este editor hace pocos días, un martes, cuando en Radio Mitre Marcelo Longobardi y Jorge Lanata hablaban de por qué habían ganado sus sendos Martin Fierro por conducción y labor periodística. Concordaban –si, estos dos hace un tiempo que concuerdan, por extraño que suene- en que a ambos les tocó la suerte de trabajar en una época en la que los dueños y directores de los medios informativos eran periodistas.

Sin añorar una época que no conocí, tantas veces me encuentro pensando cuan distintos somos nosotros empleados periodísticos de las personas que dirigen y determinan nuestro trabajo, con criterios que no son los nuestros. Cuán difícil es hacerles entender cual es nuestra labor, nuestra responsabilidad, nuestra ambición y nuestro orgullo. Más aun, cuán difícil es que a aquellos que lo entienden, además les importe.

Como yo me río de la «mentalidad MBA» de los ejecutivos que me toca entrevistar, me los imagino a ellos riéndose de pibes como yo que escriben como máquinas por dos mangos la hora en una industria que los condena a la precarización.

Somos un número mas, una firma que puede ser mas o menos costosa, pero siempre reemplazable. El criterio editorial fue desplazado por el hastag del día. Así se determina qué es noticia. Y quienes utilizan otro criterio, los medios que dirigen los periodistas, parecen destinados al fracaso comercial.

¿Qué habrá sido de aquel editor, con sus sueños de una publicación que respetara la profesión, que buscara hacer medios de calidad? Hoy encontré el nombre de aquel viejo conocido que parecía tener sueños más ambiciosos, en el staff de la nueva revista Billboard Argentina. Se cumplió, por lo que veo, la idea original y la editorial cuenta con dos títulos de turismo, uno de golf, entre otros.

En la tapa de la primera edición, Charly García. Y adentro recomiendo la nota sobre John Mayer, un artista que conocí hace muy poquito por una recomendación en Twitter.

Claro que la revista trae lo mejorcito de la edición americana, y se complementa con algo de contenido local. Pero bueno, así lo hacen todos los títulos que llegan a la Argentina. Más aun, en algunas revistas de mi rubro tenemos que contentarnos con que la porción “local” se componga de noticias de México o España.

A veces la vida te sorprende. Bienvenida Billboard, y también los periodistas sin ganas de bajar los brazos.


Esos días en los que estalla el mundo

junio 22, 2013

trensarmiento

Recuerdo que esa mañana había empezado bien. Tomé el colectivo a horario e íbamos bastante rápido como para no tener que pagar un taxi y completar el viaje que cada mañana a las 7 me deposita en Palermo.

Frenamos en una esquina, yo iba sentada junto a la ventana y pude ver como dentro de un bar un chico repasaba fotocopias. Me retrotraje a aquella época en la que yo también estudiaba en bares para forzarme a no distraerme, en horarios raros para aprovechar los tiempos que el trabajo me permitía.

Ponerle fin a esos malabares me había dado mucha satisfacción en ese entonces y por eso me compadecí de ese chico. Recordé lo irritable que era en aquella época porque tenía que planear esas jornadas en las que hacía encajar cada una de las obligaciones como piezas de tetris.

Ese castillo de cartas se desmoronaba cada vez que algo salía mal, cada vez que el colectivo tardaba mucho, que tenía que quedarme un rato más en el trabajo, que alguien llegaba tarde, que tenía que invertir un segundo más de lo planeado en lo que fuera. Lo que más valoré de terminar de estudiar fue volver a tener tiempo para esperar, para caminar unas cuadras cuando está soleado, para planear una salida con amigas, para no perder la cabeza porque las horas del día no alcanzan. De vez en cuando ahora, puedo darme el lujo de levantarme sin despertador y preguntarme qué tengo ganas de hacer hoy.

Crucé rápido las siete cuadras que separan la parada de la redacción, atravesando hordas de gente que entran a la estación de tren, obreros que ingresan temprano en los lujosos edificios que se construyen por Fitz Roy –esos de u$s3.500 el metro cuadrado- y los hipsters que recién salen del boliche y que son dueños de las calles palermitañas a esa hora. Este viaje también me molesta, pero menos que los malabares.

Llegué y puse a grabar la radio que seguimos a la mañana, me hice un café, subí los primeros cables del día a la página web en la que trabajo. “¿Tenés lo del tren?”, le pregunté a la editora. Lo había escuchado en la radio, otra vez un choque en el Sarmiento. Pero esta vez la gente había salido, caminaba por las vías, o al menos eso decían los testigos que andaban por el lugar.

Escribí unas líneas con lo que vi por televisión y lo que escuché en la radio. La foto la tomé de Twitter, que fue la primera vía por la que se comunicó la propia gente accidentada.

Llevamos el tema bien arriba, pero como nota chica en principio. Poco duró esa tranquilidad inicial. Era más grave de lo que pensábamos. Estábamos en uno de esos días en los que “estalla el mundo”. ¿Qué significa esto? Que deja de importar si el dólar subió o bajó un centavo, si la figurita X va con tal o cual lista a las elecciones, si la soja pasa su precio récord o si la Corte falla en contra de reformar la Justicia, que es algo que todos ya sabíamos.

Entonces sólo es clave si tenemos “lo del tren”. Cambia el mundo y todo pasa a importar mucho menos, hasta el mediodía en mi caso, que es cuando me aparto de la página principal y vuelvo a la realidad, que siempre es la mía inmediata (soy hija única y egocéntrica, como me corresponde).

Pero antes del mediodía te das cuenta que nada importan los hipsters, los obreros o las hordas, los colectivos que llegan a horario y vacíos o no tanto, los bares en los que pasé miles de horas repasando apuntes que nunca voy a recordar –porque mi memoria no sirve para eso- y los malabares y partidos de tetris perdidos. Eso no importa porque pude llegar tranquila al trabajo sin que una formación de tren se me viniera encima. E importa menos aún porque hay gente que no podrá llegar a ningún lado.

E inmediatamente después de “¿tenemos lo del tren?”, la siguiente pregunta es “¿qué va a decir el Gobierno ahora?”. A quién echarle la culpa. ¿Y con quién iba el culpable en las listas? Si, a esto llegamos, a que haya un choque de trenes y no nos sorprenda lo suficiente como para olvidarnos de que el ministro de Interior y Transporte, Florencio Randazzo, era un nombre que sonaba fuerte para las legislativas.

telamedit

Para darme una idea, consulté entonces Página 12, pero a las 9 de la mañana no tenían el tema en su página todavía. Télam si lo tenía: «Al menos tres personas quedaron atrapadas por el choque de tenes a metros de la estación Castelar”.

Los intentos de apuntarle con el dedo al maquinista no tuvieron éxito. Los militontos no ganaron esta vez. Y aún si lo hubieran hecho, ¿no fue la misma gestión estatal la que lo dejó subirse a la formación?

Randazzo se apersonó con look de elegante sport, en camisa blanca y sin saco ni corbata, como si aparentar que uno se arremanga a esta altura pudiera cambiar las cosas.

El ministro, que no es ningún idiota, sabe que con poner carteles y crear aplicaciones sobre horarios de trenes para celulares no arregló nada. Tampoco cambió las cosas la mano de pintura que le tiraron a los vagones. No engañan a nadie, ni siquiera a los convencidos, que le escribieron a la Presidenta en su Facebook “Cristina estamos con vos pero por favor hacé algo para que no muera más gente en los trenes”, pese a que justo esa entrada de la Presidenta fue borrada.

Los únicos cambios genuinos fueron el control de alcoholemia y el de las vías, que sí concretó su administración, pero que fue demasiado poco, demasiado tarde. Porque por más que inviertas en lo rápidamente visible, a pedido de quién sabe quién, más temprano que tarde estalla el mundo y un tren termina adentro de otro.

Hacia el mediodía ya sabíamos que había tres víctimas, y la cuenta de heridos seguía creciendo. Alguien más llega y me reemplaza, y yo bajo de nuevo a mi realidad, en donde nunca tomé trenes más que el de la Costa en algún fin de semana. E incluso eso fue antes de la «década ganada».

La tiranía de la noticia no me afecta sólo a mi. Pasan los días y el crimen de una nena en Palermo, a pocas cuadras de donde está la redacción, se roba todas las tapas. Tapas que de estar en otro país podrían haber sido de los candidatos a legisladores, pero en la Argentina deberían haber sido del tren.